Ciencia Abierta en la Universidad de Chile ¿cuánto hemos avanzado?

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En el complejo sistema de creación de conocimiento en Chile, cada cierto tiempo existen movimientos que aparecen en la escena nacional e internacional, que de alguna forma buscan enfrentarse a distintas maneras de realizar investigación, creación e innovación en las universidades, que tradicionalmente son las que en nuestro país han realizado estas actividades.

La evidencia internacional nos dice que los temas de ciencia abierta llevan ya dos décadas incentivando distintas instancias académicas y ciudadanas, algunas de las cuales por motivos obvios llegaron al mundo académico universitario. Temas como el aumento de costos en la publicación de artículos, las cesiones de derechos intelectuales a editoriales, la alta dificultad para acceder a documentos de la misma institución, por mencionar algunos, daban cuenta que existían ciertos inconvenientes al momento de generar acceso a las publicaciones indexadas, algo altamente necesario en un sistema de financiamiento de la investigación en Chile que se ha basado en la competencia y en el impacto internacional de las publicaciones.

Por lo tanto, hablar de colaboración, de reconocimiento de todos los saberes, de integridad de la investigación y replicabilidad de los experimentos, eran actividades específicas y poco generalizadas. Obviamente, hay espacios en donde era más factible que esto ocurriera, por lo que lo comenzamos a notar en los centros de excelencia con fondos para diez años o más, pero que permiten a un grupo restringido de investigadores(as) participar de esta forma distinta de generar conocimiento, interdisciplinaria e interinstitucionalmente diversa.

El punto de quiebre, si es que queremos dar una temporalidad a la búsqueda de que los temas de ciencia abierta se plantean en forma concreta dentro del sistema de educación superior, lo dio primero la consulta y luego la promulgación de la Política de Acceso Abierto a la Información Científica y a Datos de Investigación financiados con fondos públicos de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), lo que posteriormente comenzó a ser implementado en las universidades a través de los concursos InES de Ciencia Abierta, de los cuales prontamente se adjudicará una tercera generación de instituciones. La Universidad de Chile adjudicó fondos de este concurso en 2021, por lo que estamos finalizando el plazo inicial propuesto por la ANID hasta 2023.

Pero volviendo a la pregunta inicial de esta columna, ¿cuánto hemos avanzado?… La respuesta tiene distintos enfoques.

Si sólo nos enfocamos en el acceso abierto a publicaciones y datos, que generalmente se refleja en la creación y utilización de repositorios, podemos decir que coincidentemente con lo que ocurre internacionalmente, la conciencia en las comunidades académicas de las publicaciones abiertas es alta, no así en los datos, que en informes de la Unión Europea y de Argentina, por dar dos ejemplos relativamente recientes, ha tenido resultados más bajos de lo esperado.

¿Esto es un problema de los académicos(as) e investigadores(as)?... creemos que no. En nuestro avanzar nos hemos dado cuenta de que los datos abiertos tienen un fuerte componente disciplinario o temático, siendo que en áreas como la astronomía o las matemáticas es una práctica habitual depositar en repositorios internacionales. Coincidentemente estas áreas se condicen con la existencia de centros de excelencia en el país. Por el contrario, áreas que manejan datos sensibles, de personas, y/o con componente

s éticos, legales o comerciales, tienen mayor dificultad en entender el sentido del acceso abierto y la legítima aprensión de que los datos serán usados “ética y legalmente” en forma correcta.
Nos hemos dado cuenta de que no sólo se necesita la gobernanza de la ciencia abierta en las universidades, sino que también reforzar los comités institucionales, el cumplimiento de regulaciones en investigación, haciendo fuerte énfasis en los temas de integridad de la investigación, los que pueden ser un catalizador del cambio cultural que nos propusimos con el proyecto InES de Ciencia Abierta.

En este sentido, siendo que la Universidad de Chile tenía avances tecnológicos ya existentes para los repositorios de publicaciones y datos, el financiamiento de ANID finalmente resulta correcto para iniciar un camino de apertura en las universidades, pero creemos que es insuficiente para los nuevos desafíos que implica la ciencia abierta. Hay que ser claro, existen costos asociados a generar, almacenar y curar datos FAIR, las revistas siguen aumentando sus costos de publicación, se generan nuevos perfiles de profesionales para apoyar estos compromisos, entre otros  temas, como la continua capacitación de la comunidad académica, lo que nos hace replantearnos lo que viene en los siguientes años.

Por lo tanto, y para finalizar estas reflexiones, el denominado cambio de paradigma no solo afecta a los(as) investigadores(as), sino que, a las instituciones y las agencias de financiamiento, tanto en su enfoque del tipo de investigación que se puede realizar en el marco de la ciencia abierta, como también en los criterios de evaluación y valorización de nuevas formas de producción de conocimiento. Instancias como el CRUCH, CUECH, CABID y la reciente creada Red de Apoyo a la Infraestructura Nacional de Acceso a la Información Científica, tienen que interactuar y proponer una mirada de mayor amplitud, incluyendo a los diferentes ministerios que generan datos públicos o que financian investigación, creación e innovación. De no hacerlo de esta forma, corremos el riesgo de desaprovechar el primer impulso que nos dio ANID, que como comenté llega con años de retraso respecto del contexto internacional.

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