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OPINIÓN: La deuda tecnológica histórica

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José Miguel Piquer Gardner

Director de Servicios de Tecnologías de la Información y Comunicaciones UChile


En las organizaciones grandes y antiguas (probablemente la Universidad de Chile es de las más grandes y más antiguas del país) conocíamos hace tiempo el problema de los sistemas legados, lo que también se conoce como la Deuda Tecnológica , que en Chile yo le llamaría la Deuda Tecnológica Histórica, para usar un término que la gente entiende de inmediato. En el fondo, se trata de la inversión que debió hacerse en su momento en tecnología, pero que nunca se hizo.


La tecnología de información tiene una característica que la hace muy distinta a otras tecnologías: si uno construye una pequeña bodega sin ventanas, nadie espera que después de 20 años, a puros parches y reparaciones menores, se haya transformado en el edificio de 30 pisos donde opera la central corporativa de la empresa. La infraestructura tecnológica, en cambio, es exactamente así, particularmente cuando se trata de software. Entonces, el pequeño sistema contable que pagaba los sueldos hace 20 años hoy es el sistema central de gestión y fianzas.

¿Por qué ocurre esto con el software? Creo que hay más de una razón, pero una importante es que, para los usuarios, se asemeja mucho a la magia. Tengo un hijo que se enojó mucho con la última película de Star Wars porque ahora inventaron que "la fuerza" (que es como la magia) también permite sanar heridas y revivir a los moribundos.Como yo considero que "la fuerza" es la magia, a mi me da lo mismo.

La magia, por definición, puede hacer lo que se nos ocurra, es cosa de hacerlo bien. Si el software es magia, entonces es cosa que los magos (programadores) sean suficientemente buenos y pueden hacer lo que quieran. Incluso transformar una bodega sin ventanas en un edificio de 30 pisos, agregando algunas líneas de código.

Lo malo es que no es verdad. Y lo que tenemos, al final, es una Deuda Tecnológica Histórica, que la pandemia actual nos está haciendo pagar muy caro.

Cuando vienen crisis inesperadas, necesitamos flexibilidad. Necesitamos modificar nuestra forma de trabajar, de gestionar y de operar todos nuestros sistemas. Eso implica modificar plazo, interfaces, formas de entrega, etc. en todas nuestras aplicaciones de software.

Y esto tiene que ser rápido y seguro. Tengo un departamento entero de profesionales heroicos parchando mis sistemas para lograr sobrevivir a este virus. Esto no era necesario. Es un buen momento para terminar de decidir botar todos nuestros sistemas que tienen más de 10 años. Están expirados, vencidos. Bótenlos. No los defiendan más.

Columna publicada originalmente en El Mercurio, el 21 de abril de 2020


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