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Columna de opinión:

Las redes y la revolución

Publicado en El Mercurio.

En este último mes, nos hemos visto todos envueltos en un estallido social que todavía estamos tratando de entender. Ningún habitante del país creo que ha podido ignorarlo o ha seguido haciendo su vida anterior. Cuando uno va por la calle, todo el mundo está hablando de lo mismo y, por supuesto, tiene sus propias teorías para explicarlo y analizarlo.

Estos momentos son siempre peligrosos y esperanzadores al mismo tiempo, uno descubre lo mejor y lo peor de las personas que nos rodean y, por supuesto, de nuestros líderes. Es el momento perfecto para que las redes sociales jueguen sus roles positivos y negativos: permitían mantener comunicación con nuestros seres queridos (sospecho que el compartir ubicación de Whatsapp debe tener saturados a sus servidores), mantenernos informados y, por supuesto, diseminar pánico y caos a través de noticias falsas. Yo estaba muy asustado de que este caos local se potenciara y terminara muy mal con la amplificación de la desinformación que iba a haber en las redes sociales.

A modo de ejemplo, en el terremoto de 2010 (donde las redes sociales básicamente no existían aún como fenómeno masivo en Chile) hubo un pánico de saqueos y ataques en zonas donde no hay evidencia que haya ocurrido ninguno real.

Todos hemos visto esa dinámica este mes. Los chalecos amarillos protegiendo condominios es un ejemplo típico: no hemos tenido evidencia real de ningún saqueo a viviendas habitacionales en este periodo, pero la gente está convencida de que es un riesgo real. Así también los rumores de financiamiento del movimiento, organizaciones extrañas y todo tipo de teorías del complot que a uno se le pueda ocurrir. Sin embargo, siento que el efecto ha sido muy acotado. De hecho, me parece que la televisión abierta ha sido un factor de influencia en el estado de ánimo de la gente más relevante que internet.

Por otro lado, las redes sociales han sido más un elemento de validación de la realidad y de denuncia que de difusión del pánico. Las violaciones a los derechos humanos ahora son filmadas y subidas masivamente a la red. La cantidad de evidencia acumulada, donde además los usuarios se organizaron para archivar y ordenar el material relevante, resulta impresionante.

En resumen, me parece que cambio algo en las redes. Tal vez hemos ido aprendiendo a usarlas mejor, a ser escépticos y efectivos. Lo importante es que, al final, están siendo un aporte fundamental para la democracia y la difusión de lo que realmente está pasando. Ojalá esto se mantenga en el tiempo, la situación sigue siendo frágil.

Publicado el 21 de noviembre en El Mercurio
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