OPINIÓN: ¿Qué hicimos mal?

Columna del Vicerrector de Tecnologías de la Información, José Miguel Piquer Publicado en El Mercurio, 11 de junio de 2021; página B4

Desde el estallido social de 2019 hasta nuestra convención constituyente de 2021, se ha levantado un reclamo muy sentido en el país de que estos últimos 30 años fueron un profundo error. Es casi un agravio aún más doloroso que sean justo los 30 años en democracia, habría sido un poco más justo criticar los últimos 50 años.

Vale la pena entonces preocupar preguntarse: ¿Qué hicimos mal? ¿Realmente nos equivocamos por completo en nuestro camino al desarrollo? Como en conversación en la catedral de Vargas Llosa (que es muy recomendable volver a leer hoy), cuando el personaje se pregunta ¿Cuándo se jodió el Perú?

Me tocó vivir bastante en primera persona estos 30 años, volví de mi doctorado a Chile en 1991 y comencé mi carrera como profesor jornada completa en el Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Chile todo este tiempo he cooperado con los gobiernos de turno en desarrollo tecnológico, emprendimiento e innovación a la vez que he visto cómo la Universidad misma ha ido cambiando.

Es innegable que hemos progresado en varios aspectos en estos años: la Universidad es de mucho mejor calidad tanto en su investigación como en su docencia, así como en su complejidad y su involucramiento en proyectos cada vez más grandes. El país también ha avanzado enormemente: hace 30 años no había con quien conversar fuera de las universidades de proyectos de investigación y desarrollo. No estamos aún donde deberíamos, pero al menos hay algunas oportunidades y ejemplos que mostrar.

Entonces, ¿Qué falló? En el mundo entero hemos visto un fenómeno muy parecido. Al parecer, la sociedad no está dispuesta a aceptar ciertos niveles de desigualdad ni de abusos de poder ni de injusticia. Hay que reconocer que no nos preocupamos lo suficiente de atender esos problemas. El modelo de desarrollo que el país tomó fue uno individualista y bastante despiadado. Avanzamos mucho estos 30 años. Pero también generamos rabia, angustia y mucha injusticia. Es hora de cambiar el modelo. Pero eso no implica incendiar todo lo que hay. Lo complejo es quedarse con lo bueno y cambiar lo malo.

Ese es el gran desafío de nuestra flamante convención constituyente.