Rumbo a las hibridas: Una historia personal

09/08/2023
¿Cómo ser un mejor influencer? Estudio identifica el secreto del éxito comercial en las redes
03/08/2023
Las salas híbridas están disponibles en todos los Campus de la Universidad
10/08/2023
¿Cómo ser un mejor influencer? Estudio identifica el secreto del éxito comercial en las redes
03/08/2023
Las salas híbridas están disponibles en todos los Campus de la Universidad
10/08/2023
  • Esta es la visión personal de Darío Riquelme, uno de los ingenieros de la VTI que trabajó en la puesta en marcha de las soluciones para que la Universidad continuará cumpliendo con su función educativa para los alumnos.

 

Mi hija se había ido el 2019 de intercambio a Alemania, así que la señora hizo el viaje “Madre hija” recorriendo España en auto todo enero. Durante ese mes, revisaba noticias de manera permanente, pues esto del virus respiratorio me preocupaba un poco, la familia somos tendientes a las enfermedades pulmonares. Les iba reportando que aún no había nada que temer, pues era un virus que estaba en China solamente. 

Hacia mediados de enero se registró el primer caso fuera de China, pero aún era en el oriente.

 

 Quedamos de reunirnos, toda la familia, el viernes 31 de enero en París. De ahí iniciar un bello periplo de vacaciones familiares. El gran hito era llegar el 14 de febrero a Venecia, día de mi cumpleaños, del amor y que mejor que una cena, en una trattoria a metros de la plaza de San Marcos.

 

Al otro día asistimos a la inauguración, con una plaza llena de gente, demoramos horas en avanzar por las callejas, sin apuro, pero un poco superados por el tumulto.  El viaje siguió sin novedad y llegamos a roma el lunes 21 de febrero, para tomar el penúltimo avión del viaje. 

Ya en el aeropuerto el tratamiento era distinto, filas para entrar a policía internacional y personal con buzos blancos y mascarillas, controlando la temperatura a cada pasajero. En los televisores, la noticia de la cancelación del Carnaval, pues había existido el peor brote de covid hasta ese momento con 7 muertos.

 

De ahí en adelante, el viaje tuvo un par de países más y en cada aeropuerto europeo era la misma escena, filas de personas con mascarilla (incluidos nosotros) tomándonos la temperatura y atentos a cualquier signo de resfrío.

El vuelo a Chile fue muy calmo, sin mascarillas. Pero con comentarios por todos lados de la epidemia que se estaba gatillando por todos los países.

 

Llegamos a Chile sin problemas, bajamos y nadie nos pidió nada, ni la temperatura, ni mascarillas ni nada. Voluntariamente la familia se aisló en el campo 5 días. Pero no tuvimos ni un síntoma.

 

Volvimos en enero a clases los hijos y la esposa (profesora), yo a la universidad, donde el comentario del covid era obligado. Comencé a hacer una planilla con los países de la región, para ver como avanzaba, buscar el bendito R de cada país, en especial de Chile.

 

La segunda semana, debido a la naturaleza de mi trabajo en la oficina de educación OnLine y que consiste principalmente en planificar y atender proyectos, además de supervisar la producción de cursos, conversé con mi jefa, comentándole que trataría de quedarme en casa, porque este virus venía en serio.

El 16 de marzo, el rector Vivaldi suspendió todas las actividades presenciales que no fuera indispensables para la universidad. Por tanto, toda la Oficina de Educación Online, EOL, comenzó a trabajar en remoto.

 

Como puedes ver por el nombre, nuestra especialidad era lo remoto, lo “Online”, así que activamos varias medidas para mantenernos “juntos” en el trabajo.

Abrimos un canal de Discord (nuestros chicos de ingeniería son unos genios), y cada día a las 9:00 nos saludábamos y comenzábamos a trabajar, con este chat siempre como ventana lateral. A las 18:15, despedida de protocolo y … bueno, a seguir trabajando.

Muchos cursos que serían blended, es decir parte en línea y parte presencial, debían cambiar.

 

Debimos comenzar a explicar a los profesores con los que trabajamos, como manejarse con las video clases, cosas que se podrían hacer.  Hasta que, en una reunión, nos dimos cuenta de que era vital articular una ayuda a los profesores. Generar tutoriales y formas de facilitar este aterrizaje forzoso a la tecnología. 

 

La elaboración de cursos en línea se hizo intensa, el diseño instruccional, para adaptar clases al ambiente Online fue super intenso. Debimos desempolvar antiguas guías de trabajo, en las que explicamos a los profesores como grabarse con su celular en las casas. Un celular del 2020 tenía mucha mejor calidad en la grabación, que una handycam de los 90’s.

Pero había muchas cosas que cuidar, la iluminación, el eco en el audio, el movimiento de las manos, la ropa que usaba y la escenografía, una ventana por donde no pasara gente, que no saturara la luz o que no tuviera reflejos. Además de eso, cuidar la huella digital de los profesores, filmar en las casas, era abrir la puerta de nuestras casas a todos los estudiantes.

 

Recuerdo que el primer tutorial que sacamos, fue el de uso de Zoom. Cómo iniciar una clase, como cerrarla, como grabar la clase para posterior, donde dejar el material de clases.

Cosas que antes parecían tan simples como contestar una pregunta, requerían ahora una destreza adicional, para muchos profesores, nunca antes entrenada.

 

Con la Vicerrectoría de Asuntos Académicos, abrimos un canal de mesa de ayuda, originalmente diseñada para responder preguntas de los docentes, se convirtió desde el principio en un canal de apoyo, pues los profesores se estaban enfrentando a problemas que no sabían que existían. Ya sabes, para poder hacer una pregunta, debes saber de lo que quieres preguntar. Es como cuando va la viejita a la ferretería y pide “la cosita que va puesta en la cuestión de la pared”. Acá algunas veces nos vimos dialogando con profesores, para entender que lo que requería era re formular los contenidos y delegar más en los estudiantes la responsabilidad de aprender, pues el espacio a la enseñanza estaba ahora adscrito a 20 pulgadas de pantalla,  no a una visión 360 y en 3D de una sala de clases.

 

En casa, mientras tanto, debimos hacer varios cambios, físicos en un comienzo. Un patio techado, se convirtió en sala de estudios para los universitarios. Adiós taller de pintura y manualidades.

El espacio de la bicicleta estática se llenó con un escritorio y debimos mover otras cosas para instalar el segundo escritorio de la señora.

La hija en su pieza cambió un pequeño escritorio de maquillaje, por su sala de trabajo. Ahora los notebooks no se guardaban en los bolsos, estaban, permanente, de protagonistas en los escritorios. La rutina del desayuno, almuerzo y cena se debió dejar por escrito en un cartel a quien le toca poner la mesa, levantar, lavar, limpiar, etc.  A qué hora salimos a tomar sol, quien saca la basura y como vamos a ver a los suegros.

En lo digital, el cambio fue mayor. Notamos que entre los 5 que habitamos acá, hay al menos 15 dispositivos siempre conectados al WiFi. (notebook, tablet, celular) y claro, un par de kindle por ahí y un televisor.

La calidad de la conexión no era buena, video clases entrecortadas eran las principales afectadas. Así que, con la creciente economía digital, compramos una caja de cables de red y en un día de trabajo, logramos poner todos los PC por cables. Al principio atravesando el living y por el borde de la escalera, luego de unos 3 días, ya fueron ruteadas por los muros y esquinas, algo de estética para esta biosfera donde estábamos circunscritos. 

 

En una cena familiar reflexionamos que no fue fácil y  de cómo deben estar pasándolo mal en otras casas con menor acceso a la tecnología. En Mi casa, el 2020,  había un ingeniero (además con un título de técnico en redes), dos estudiantes de ingeniería en 3er año y una profesora de artes visuales, tecnología y robótica. Es decir, un potencial humano envidiable en ese momento. Aun así, nos habíamos demorado un mes en darnos cuenta de nuestro problema de conectividad y solucionarlo. Pensábamos en otras cosas y por supuesto, en nuestros estudiantes.

 

La vicerrectoría hizo un esfuerzo económico y destinó chips de conexión para estudiantes y profesores, me emocionó mucho ese acto, me dio esa sensación de familia que se cuida y entrega al que lo necesite, sentí como hacer carne el concepto de “equidad”.

 

Entrar al mundo de la tecnología es un poco como cambiarse de casa, uno se prepara, hay cosas que debe tener que antes no tenía, hay cosas que saber que antes no sabía y hay hábitos que uno tenía y que tendrá que abandonar.

Esta pandemia sumergió en la tecnología no solo a un grupo de estudiantes, y profesores no preparados, si no a instituciones que por años no avanzaron al nivel que podrían haberlo hecho.

 

Ahora muchos estaban pagando el precio de no evolucionar a la “moda” de la tecnología.

 

Un profesor de veterinaria, con el que veníamos trabajando hace un par de años, tenía clips de sus temas importantes, había aprendido a hacer pruebas por Google form, lo habíamos grabado para algunas clases. En buen chileno, estaba “a caballo”. Por lo que su aterrizaje y la continuidad de sus clases, no fue tan dolorosa. 

De facto, muchos de estos profesores aventajados, se convirtieron en el apoyo de sus pares. Ayudaba a mi esposa en la noche, a las 21:00 a atender por MEET a sus compañeros, enseñando como usar Google classroom, cómo pasar un DOC a PDF o como leer las respuestas de un Google form.

Recuerdo una bella experiencia de un profesor de educación física, que diseñó una rutina para los estudiantes, en la que se tenían que cronometrar haciendo los ejercicios, y que estos se adaptan al tamaño de una alfombra de living.

 

En la universidad, la demanda de atender a profesores, hacer tutoriales, escucharlos y recomendar, hacía que la jornada de trabajo se sintiera corta e intensa.

 

Yo era docente en DUOC, y tenía 4 asignaturas que dictaba en la jornada vespertina. Me topé con estudiantes complicados, pues vivían con la esposa y el hijo en deptos. De un dormitorio, no había tiempo ni espacio para trabajar. 

 

La pandemia nos tocó a todos, cansancio, desgaste en las relaciones sociales. La salud mental cobraba su precio para un ajuste a la nueva realidad.

 

Un profesor me enseñó en la Universidad (en esta misma) “Uno se olvida de lo que aprende, pero nunca se olvida de lo que entiende”. Así que los esfuerzos estaban por entregar, más que la mecánica de las herramientas digitales y de las clases, en que entendiera como un Padlet podía simular una pizarra compartida. Cómo era el proceso de trabajo en grupos pequeños de zoom, como en lugar de caminar entre las mesas, uno presionaba un grupo y “desaparecía” del grupo anterior para “aparecer” en la actual.

Los profesores recibieron, bajo las peores condiciones de aprendizaje (bajo presión, sin tutoriales ni guía dirigida, sin tiempo para maduración ni espacio para anclarla los conocimientos a otros anteriores) la mejor instrucción tecnológica que alguna vez, desde la vicerrectoría de tecnología de la información, destinada a evangelizar en tecnología, podríamos haber entregado.

 

Cuando ya a mitad del año, pasado el primer semestre y con lo que parecía ser, un cuerpo de docentes que había logrado sobrevivir y estar más preparado para el segundo semestre, todo parecía que sería más suave. Porque esta suspensión de clases decretada en marzo, que sería solo por algunos días, parecía que esos “algunos” ya pasarían con creces la centena. El MinSal dando reportes diarios, prohibición de salir, solicitud de salvoconductos para ir a centros médicos y a otras labores esenciales. La aparición de los Whatsapp de ventas en los barrios, reconversión de muchas casas en negocios. La universidad debía ahora, con unas vacaciones de invierno en medio, prepararse para seguir entregando la mejor educación de la que fuéramos capaces.

 

El segundo semestre tenía pinta de pillarnos más preparados. Pero si no se han enterado, a la gente que trabajamos en proyectos, nos caen los problemas, porque bueno, ese es el trabajo que hay que hacer. Un proyecto soluciona o mejora una situación. ¿Es el sentido para lo que nos entrenamos, verdad? 

Hay una escena de la miniserie “Band of Brothers” de HBO, donde los paracaidistas iban a resguardar unas posiciones y les gritaban de un camión “No vayan allá, estarán rodeados” y la respuesta fue “Somos paracaidistas, estamos siempre rodeados”. Esa emoción siento como ingeniero, no me digas que vamos a tener problemas, mi trabajo es mejorar las cosas y resolver problemas.

 

Iniciado el segundo semestre, a petición de la profesora Rosa Devés, se encargó dar apoyo prioritario a las facultades que no habían podido hacer clases. Ahí donde la videoconferencia no es suficiente. Donde no se puede mandar una guía. 

 

Y claro, hasta ese momento, si bien me había topado con problemas de ese tipo ayudando a la esposa en el colegio. La dimensión y profundidad era distinta. 

 

¿Cómo se estaban realizando los talleres? ¿Cómo se realizaban las clases de música? ¿Cómo se estaban haciendo las clases de danza?

 

Las restricciones habían aflojado un poco. Pero había métricas que debíamos seguir. En una sala de 12 x 17 metros, solo podíamos meter 9 estudiantes. ¿Qué pasaba con los otros 14 del curso? Además, muchos habían vuelto a sus casas fuera de Santiago.

Se habría la iniciativa de salas hibridas para la Universidad de Chile. 

 

Pero de eso, te cuento en el siguiente artículo.



Dario Riquelme

Project Manager EOL Universidad de Chile


Ingeniero en Computación y Licenciado en Ciencias de la computación de la U. de las Américas. Diplomado en Diseño Instruccional, DUOC UC y Diplomado en Ingeniería y Ciencia de Datos Universidad de Chile.

Skip to content